"amami"la terapia de costura contra la guerra en Ucrania
La guerra de Ucrania está dejando huella en todo el mundo. No son solo las conquistadas o los conflictos armados entre ejércitos. Lo cierto es que las tragedias se acumulan. Historias individuales de personas resquebrajadas por una guerra que no entienden.
Es lo que uno se encuentra al pisar por primera vez Amoami. Un taller de costura que apoya a mujeres ucranianas, las cuales llegan a nuestro país sin saber por dónde empezar oa quién acudir. Un proyecto social en el que los refugiados cosen “como terapia” creando “Amigurumis”, unos osos de peluche con vestimenta ucranianacomo forma de expresión y de alzar la voz de aquellos que sufren en el Este la ira de otros que los quieren dominar por la fuerza de las armas.
Estos son solo algunos ejemplos de las millas de evacuaciones de ciudadanos que buscan escapar del horror de una invasión que les asedia desde hace meses. Algo que deja una marca especial en los más pequeños: “mi sobrina, al llegar a Polonia, me preguntó: ‘¿Aquí hay tanques?’”, cuenta Yulia, una de las mujeres que acude regularmente a Amoami y que llegó hace cinco meses a nuestro país, pero que se ha visto muy afectado por lo que está pasando.
En nuestra conversación, Yulia relató una de las situaciones más extremas que enfrenta el ser humano en tiempos de guerra: la muerte de familiares, amigos e incluso extraños, una perdida sufrida tan de cerca que sella un recuerdo imborrable. Y no siempre es consecuencia de las balas. Is the case de su amiga, Andrij, compañera de la farmacia en la que ella trabajó y que llevaba meses luchando contre un cáncer que felizmente parecía haber superado el pasado mes de febrero. Sin embargo, la guerra provocó un desabastecimiento de medicamentos. Medicamentos que ella necesita para mantener a raya el cancer que la perseguia. Esa ausencia de remedios efectivos contra su enfermedad hizo que empeorara hasta tal punto que le costó la vida el pasado mes de junio. “Otra forma de matar a la gente es quitarles lo que necesitan, y es algo de lo que no se habla, que no se ve”.
Anna, una compañera del taller, se une a nuestra charla y nos cuenta algo que no esperamos. Otros como sus padres han decidido regresar a Ucrania hace apenas unos días. “Para mí estaba claro que tenían que quedarse aquí. Pero para ellos es como el síndrome de culpabilidad del superviviente, una sensación de culpabilidad que acompaña a los que han logrado salvarse”. Mientras sus familiares no tuvieron la misma suerte o decidieron arriesgarse a quedarse para defender de los rusos la tierra de sus padres. “Han estado cinco meses viviendo con nosotros, pero han decidido volver. Hemos intentado que se queden, pero lo tenían decidido. Es una situación muy dura”, comentó.
Amoami, tejer para curar heridas
Esta historia forma parte del rompecabezas que es “Amoami”. Un proyecto que nace de la mano de Rafael Jiménez Alcaide y Rita Ruiz, diseñadora del mecenazgo de los amigurumis ucranianos y que será la semilla del proyecto. “La costura no solo sirve como sustento para ellas, sino como una de que pueden canalizar su dolor por todo lo que sucede en Ucrania”.
Amoami sostiene un objeto claro: crear una comunidad en la que conectar personas refugiadas en todos los rincones del planetaposee. La Casa Encendida fue en Madrid el primer lugar de encuentro; pero no para de extenderse. Comunidades de refugiados en Suiza. Alemania o Francia se han sumado a esta iniciativa y ya piensan en extenderse a otras causas sociales.
“Amoami ha evolucionado mucho y ellas también. Cuando llegaron el pasado mes de abril apenas se escuchaban sus voces. Solo el tintineo de las agujas. Ahora es un grupo unificado que compara la experiencia más que dura de sus vidas. El ánimo general ha mejorado mucho, aunque cada semana es diferente dependiendo de las noticias que reciben de sus familias en Ucrania” nos cuenta un Rafael que está pendiente en todo momento de que estas mujeres reciben la atención y el material que necesitan para reducir la ansiedad que viven un diario. Algo que todas comparten y agradecen cuando les preguntamos qué significa para ellas Amoami y que descrito como un “grupo de amigos que comparan la afición por la costura”.
Mientras, en el Este, familias y amigos, en una relación mixta entre rusos y ucranianos, se rupt à diario. Así lo cuenta Yulia, de madre rusa, cuyo sentido es profundamente ucraniano, algo que le distancia de su propia madre: “hay una parte de la familia que está en Rusia, y no nos hablamos. No fut apoyada por ellos tras comprar el discurso de los directos rusos. Ellos piensan que exagero, que falto a la verdad”. Lo mismo le pasa a Olena con familiares en el país vecino: “tengo a mucha familia allí, mi abuela, tíos y muchos amigos en Rusia que no quieren oír lo que pasó en Ucrania. Perciben lo que les digo como falso y no me creen. Mi propia familia. Los rusos no creen que sea la verdad. Y piensa que nuestra televisión nos da información falsa, solo confían en sus medios. No quiero oír hablar de los que mueren, de los niños…”.
El siguiente reto de Amoami es ambicioso. Legar a las fronteras de Polonia y Rumanía para seguir ayudando a las víctimas de una guerra que lamentablemente va a perder interés en la memoria de la gente. Es ahí dónde proyectos como Amoami son más importantes. Porque lo que no se ve, no deja de existir.