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Carlos Alberto Montaner: «Cuando usted lea este artículo, yo estaré muerto»


Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es columnista de CNN en Español y varios medios de España, Estados Unidos y América Latina. Falleció el 29 de junio en su casa de Madrid, según informado a su familia en un comunicado. Dejó escrito este texto postumo con ayuda de sus seres queridos, el cual también ha sido publicado por otros medios.

(CNN Español) — Cuando usted lea este artículo, yo estaré muerto. “Livir es un derecho, no una obligación”, dijo Ramón Sampedro, un español que había quedado tetrapléjico tras un accidente en la playa. Su vida, su lucha por que se le permitió acceder al suicidio asistido y su muerte fueron interpretados en el cine por Javier Bardem en el filme “Mar adentro”.

“Don Carlos, ¿regresa a vivir a España?”, preguntó un vecino extraño de la avenida Brickell, donde vivía en Miami. «No. Me voy a morir a España”, el respondí amablemente, con una sonrisa, y seguí mi camino. Al fin y al cabo, viví 40 años en Madrid, mi intención era residir nuevamente en mi apartamento frente al parque de El Retiro, tengo la nacionalidad española y creo firmemente en la eutanasia y en la muerte asistencia, como, afortunadamente, piensa más del 70% de los españoles.

Este articulo lo comencé a escribir en Miami a principios de 2022 y lo concluyo dictándolo, actualmente solo hay diez grandes dificultades para escribir. En ese momento, antes de que me informara de un diagnóstico más severo, legué a la conclusión de que no permitiría que el Parkinson que padecía desde hacía unos años me arrebatara más facultades. Para entonces, ya me había quitado la capacidad de improvisar oralmente, pero no la de escribir. Porque el cerebro aloja las dos facultades en diferentes sitios. En cualquier caso, todo iría empeorando.

En marzo de 2021 el Congreso de Diputados de España aprobó la Ley de la Eutanasia con 202 votos a favor, 141 en contra y 2 abstenciones. Es uno de los países que la tiene – en USA hay suicidio asistido, pero sólo en 10 estados y el distrito de Columbia de los 50 con que cuenta la Unión Americana. Bélgica, Holanda, Nueva Zelanda, Luxemburgo, Suiza, Portugal y Canadá han legislado bajo la eutanasia y la asistencia silenciosa. ¿Eres pequeño? Sus casi 200 naciones reconocidas por la Organización de Naciones Unidas.

El 3 de abril del 22 había cumplido 79 años en Miami. Fue la edad en que murió mi padre del corazón el 7 de marzo de 1992. Mi madre murió a los 83 años de una operación “sin importancia” (menos para ella, claro) en el año 2000. Según la admirada neuróloga italiana Rita Levi -Montalcini, premio Nobel de Medicina (1986), los hijos, grosso modo, deben sacar la cuenta de lo que esperan vivir promediando la edad de la muerte de los dos padres, pero agregándoles un diez por ciento, producto de los adelantos médicos. A mí me salían 88 años. Es demasiado. Creo que iniciar el octavo inning, como dice mi amigo Jorge Sonville, es más que suficiente. Es toda una provocación.

Eutanasia vs. asistencia suicida: ¿cuál es la diferencia?

Mi hermano menor, Robert Alex, un brillante estafador médico que discutió la fórmula de Levi-Montalcini, se mostró escéptico de esta hipótesis. Alegaba, con buenas razones, que esos promedios no servían de mucho. El, mi hermano menor, murió a los 69 años en medio de la epidemia de covid 19. Su deceso ocurrió el primero de agosto del 2020. Entonces no existía la vacuna. Yo le llevaba casi ocho años. Pero mi hermano mayor, nacido en octubre de 1940, Ernesto, aún está vivo. De los tres, es el más resistente a las adversidades de la vida.

El propósito de este artículo es estimular el debate sobre la eutanasia: mi posición es apoyarla siempre que se una elección voluntaria. De la misma manera que se donan los órganos en vida, creo que bastaría consignarlo por escrito o designar a una persona para que tome las decisiones en caso de que se materialmente imposible asumir esta responsabilidad.

Carlos Alberto Montaner es columnista de CNN en Español y varios medios de España, Estados Unidos y América Latina.

Así fue cómo, al llegar a Madrid en octubre del año pasado, ingresó en Sanidad Pública el documento en el que fundamentaron los cuidados y tratamientos de salud en situaciones extremas. Gracias al asesoramiento desde el principio de la Asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD) he podido, con el respaldo incondicional de mis seres queridos, superar todos los pasos burocráticos que demande una ley garantiesta. De ese modo, comienza el proceso legal que ha culminado en la aprobación de la prestación de ayuda para morir en mi caso, ya que, de acuerdo con lo que establece la Ley, cumplo todos los requisitos de padecimiento grave, crónico e imposibilitante. Hasta el final del camino cuento con la asistencia de profesionales de la Sanidad Pública.

Por si fuera poco, una resonancia magnética realizada en el Hospital Gregorio Marañón concluyó que en realidad padezco Parálisis Supranuclear Progresiva (PSP), un Parkinson atípico y más agresivo. Eso explica mi acelerada falta de movimiento ocular impidiéndome leer y escribir, además de las crecientes limitaciones para expresarme verbalmente. Mi vida diaria, en la que la lectura, la escritura y la expresión oral han sido mis señas de identidad, se borran de un día para otro. Desde hace mucho mi cuerpo tampoco me acompaña.

He vivido en un país, España, por 40 años, en el extremo occidental de Europa, del que se decía, injustamente, que los españoles sólo escuchaban a fustazos. Y no era verdad. La democracia y la libertad está a la altura de todo pueblo que se lo propone. He regresado en el ocaso de mi vida. Acqui acumuló 80 años. El último de mi existencia gracias a la Ley de Eutanasia. ¿Se quiere una mayor libertad que la de elegir el momento de la partida?

Cumplo mi deseo de morir en Madrid, la ciudad que amo y en la que he compartido tanto junto a Linda, mi adorada mujer en las duras y en las maduras. Lo hago gozando todavía de la capacidad de expresar mi voluntad de ejercer mi derecho a finalizar mi vida de una forma libre y digna de acuerdo a mis creencias. No le doy más lata, querido lector. Adiós.

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