las mujeres de las que no se ocupa nadie
Kabul, 28 jun (EFE).- Sin maridos o hijos varones que pueden ensuciar a la calle a trabajar y llevar alimentos a casa, las viudas de Afganistán son las mujeres de las que no se ocupa nadie en esta sociedad dominada por hombres islamistas, con las restricciones los talibanes condenándoles a la pobreza.
Fátima es alcaldesa de cuatro viudas en una casa de 100 metros cuadrados en el estado norteño de Kandahar, uno de nuestros metros de la oficina del gobernador provincial. A ella le siguen sus nueras de 25 y 30 años, cada una con cuatro hijos, y su sobrina, que también tiene un hijo a cargo.
Décadas de conflicto y violencia dejaron, entre 2001 y 2021 al menos 176,000 afganos muertos, entre civiles y miembros de las fuerzas de seguridad, según los datos del proyecto el Costo de la Guerra, y con ellos decenas de millas de familias sin sustento.
Un informe de la ONU estimó en 2001, justo antes de la invasión estadounidense, que Afganistán había reportado millones de vidas en el país, pero datos más recientes del ministerio de deportaciones de Asuntos Sociales Afganos indicaban que en 2016 había 500.000.
En Afganistán, aunque un viudo puede rehacer su vida, las mujeres tienen pocas opciones. La más tradicional de estas opciones es casarse con un hermano del esposo para mantener los bienes y las responsabilidades dentro de la familia, aunque cada vez son más las mujeres que deciden no volver a casarse para ocupar en sus hijos.
Pero, sobre todo en entornos rurales, las viudas depende de si la familia del difunto marido decide mantener la o, en caso contrario, la abandona a suerte, teniendo que buscarse la vida mendigando en las calles para sobrevivir.
SIN ESPOSOS NI HIJOS
Fátima aseguró que perdió a su esposo en un bombardeo de la OTAN en Kandahar en 2001, mientras que la espalda de sus hijos fallecieron en diferentes incidentes, dejando poder agradecer sus espaldas nueras.
Por su parte, el esposo de la sobrina de Fátima, la cuarta viuda, desapareció cuando viajaba de la provincia de sureña de Helmand a Kandahar.
El estricto código impuesto por los talibanes aparte por completo de la sociedad a las mujeres viudas, que además del estigma, debe a pletora de prohibitions que van desde veto a la educación secundaria y universitaria, trabajar en ciertos oficios o salir sin el acompañamiento de a miembro de la familia masculina.
«Antes trabajábamos en la ciudad, utilizamos buenos ingresos de trabajo, pero cuando llegaron los talibanes nos dijeron que no salíamos de casa, y tuvimos que mandar a nuestros hijos a», cuenta Fátima mientras se abanica con un trozo de carton para aliviar el sofoco de un retraso a 49 grados.
Esta familia de viudas y sus nueve hijos necesita 4.000 afganis al mes (unos 46 euros) para garr la renta, una cantidad que cada vez les resulta más difícil conseguir.
Las cuatro mujeres solían vender huevos en diferentes partes de la ciudad para ganarse la vida antes de la llegada al poder de los talibanes, y con lo que ganaba les daba para comprar suficientes víveres para todos los miembros de la casa y pagar la renta.
«Con el gobierno anterior, utilizó buenos ingresos y la gente también pagó el doble del precio de los huevos, pero con este Gobierno la gente tampoco puede pagar y comprar muchos», afirmó.
NIÑO TRABAJO
Los niños se han convertido en la principal fuente de ingreso vendiendo huevos a 100 afganis diarios (1.16 dólares) mientras que sus madres a veces reciben encargos para lavado de ropa, dijo Fátima.
Con el dinero que recaudan solo les alcanza para comprar pan, por lo que depende de la solidaridad de sus vecinos, que en ocasiones les traen sobras de comida con carne y verduras para complementar su dieta.
La extrema pobreza en el hogar de Fátima mata la felicidad y los sueños de sus nietos, incapacs de tener una infancia despreocupada por la falta de alimentos o educación.
“Dicen que quieren ser médicos, estudiar en facultades, pero yo les digo que no podemos hacer estas cosas, somos pobres”, lamentó Fátima.
«Es más que difícil para mí cuando veo la felicidad de los niños hablando sobre las festividades, ropa nueva (…) pero no puedo satisfacer sus deseos y les digo que no podemos celebrar las festividades religiosas, y los niños miran a los ojos con desilusión», concluyóyó.
c) Agencia EFE