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Pilar Valero, la sonrisa de Perugia 93


Raquel González

Por

El 7 de noviembre de 2022 fue un día triste para todo el baloncesto español. Pilar Valero moría a los 52 años en su Zaragoza natal dejando huérfano al deporte aragonés, que perdía a una pionera y a toda una referente. Su recuerdo, en cambio, sigue vivo en las calles de la capital maña. Su camiseta, con el 4 a la espalda, cuelga en lo alto del Pabellón Príncipe Felipe (junto a la de Fernando Arcega) desde el pasado marzo, cuando se disputó allí la Copa de la Reina, y los niños y niñas pueden emularla en una pista que lleva su nombre en el Parque Bruil de la localidad aragonesa.

Zaragozana hasta en el nombre (Pilar como la patrona y Valero como el patrón), el talento surgió a borbotones en su caso, porque a pesar de que descubrió tarde el baloncesto (comenzó a jugar porque una amiga la convenció a los 15 años) en poco tiempo debutó en la élite española para convertirse en un icono del baloncesto femenino nacional. Tenía 18 años cuando se estrenó en la Liga Femenina y con 19 ganó la Copa de la Reina con el Banco Zaragoza (1990) antes de hacer las maletas para marcharse a Valencia, donde formó parte del todopoderoso Dorna Godella, con el que conquistó otras dos Copas, sus tres primeras Ligas y, sobre todo, la Copa de Europa de 1993.

Jugó también en el Pool Getafe, el Banco Simeón de Vigo, el otro equipo donde dejó una huella imborrable, el Burgos, el Mann Filter y el Islas Canarias, pero en 2010 tuvo que poner punto final a su carrera tras dos operaciones de espalda. Aunque ahí tampoco acabó su relación con el basket; formó parte del cuerpo técnico del Celta y del Mann Filter y se colgó también una plata mundial Sub-17 como ayudante de Víctor Lapeña en 2012, en un equipo en el que estaban Leti Romero, Laura Quevedo, Nogaye Lo…

A pesar de su extenso palmarés (6 Ligas, 5 Copas y una Copa de Europa), el mejor recuerdo que guardaba de su carrera profesional fue el ascenso a División de Honor con el Baloncesto Femenino Zaragoza, antes de la profesionalización, cuando eran un grupo de amigas a las que les unía una pasión: el baloncesto. “Era esa jugadora que todo el mundo quería tener en su equipo, el auténtico pegamento y una sonrisa permanente que ayudaba mucho en los momentos complicados”, explicaba en 2021 Elisa Aguilar, que compartió Selección con ella, cuando una comitiva formada por sus compañeras en el oro de Perugia y la Federación le entregaron el balón y la insignia que acreditaban que había entrado en la primera promoción del Hall of Fame como integrante del mejor equipo.

Era esa jugadora que todo el mundo quería en su equipo, el pegamento y una sonrisa permanente que ayudaba mucho en los momentos complicados

Elisa Aguilar

Con España disputó 106 partidos repartidos en dos Mundiales (1994 y 1998) y tres Europeos, incluido en el que España se bañó por primera vez en oro, el de Perugia en 1993. En la pista hacía daño con su intensidad y su velocidad y fuera de ella, se ganaba a todos con su empatía y su eterna sonrisa. Cristina Cantero, entrenadora hoy en día del Celta, la recordaba así tras su muerte. “Daba la impresión de que se interesaba por todo el mundo y tenía un gran corazón”. Y lo decía con pleno conocimiento. Cantero llamó a Valero para pedirle consejo porque la iban a operar de la espalda. Aunque no se conocían, Pilar fue a visitarla al hospital para ver cómo se encontraba.

Fiel a las carreras populares, no era extraño verla correr por el Canal de Zaragoza tras su retirada. Fue subcampeona de la Media Maratón de Vigo un día después de proclamarse campeona de Liga y estuvo a punto de correr la maratón de Nueva York en 2012. La mejor jugadora de la historia de Aragón nos dejó pronto, pero su legado durará para siempre.

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