Anticongelante: ¿qué pasa si en lugar de cambiarlo, solo lo rellenas?
Entre los cuidados que requiere el motor de nuestro coche siempre nos acordamos ante todo del aceite, sin el que las piezas mecánicas se atascarían a los pocos minutos de encendido el motor, produciendo una rotura irreparable. Pero el llamado anticongelante parece quedar en segundo plano, y eso que también sin este líquido de color (rojo, rosa, azul, verde…) el arruinaríamos por completo nuestro motor.
Varios objetivos
El anticongelante, al que en realidad también podemos llamar refrigerante, tiene dos objetivos principales y otros tres que parecen no serlo tanto, pero que también son muy importantes.
Por un lado refrigera el motor y lo mantiene a una temperatura aproximada de unos 90 grados (el aceite se acerca más a los 100 grados), de forma que un coche que mantenga esta temperatura incluso en condiciones de calor extremo. Si tu coche mantiene bien la temperatura del aceite con independencia de la temperatura que haya fuera y el uso que le estés dando, es que su sistema de refrigeración funciona a la perfección.
Por otro lado evita que este líquido destinado a refrigerar se congele, cosa que resultaría muy fácil si durante el invierno aparcáramos el coche en la calle en regiones frías. Y si se congelara podría llegar a romper el bloque, ya que el agua cuando se congela y se expande es capaz de hacer en su empuje una fuerza extraordinaria.
Y a ello suma que actúa contra el óxido de las piezas, que evita la formación de depósitos de cal que podrían llegar a obstruir los conductos, y que limpia los componentes internos por los que transcurre, como por ejemplo el radiador.
Mirar la botella
Siempre nos dicen que revisemos el nivel del anticongelante echando un vistazo a la botella transparente que hay junto al motor. Quizá esta recomendación te resulte extraña cuando nos aseguran que el circuito es hermético. Sin embargo hay veces que falla ligeramente el tapón, haciendo que poco a poco comience a evaporarse, o incluso sucede a veces que hay una pequeña fuga en un manguito y o abrazadera y el coche va dejando alguna gotita de color en nuestra plaza de aparcamiento. Es decir, que no siempre es hermético
Cuando por primera vez comprobamos que el nivel del anticongelante ha bajado es cuando solemos acudir a una tienda de repuestos para comprar una botella con la que rellenar. Y en ese momento es cuando podemos cometer el primer error porque hay anticongelantes de distintos tipos y no deberían ser mezclados.
Uno es el convencional, que contiene etilenglicol, que tiene unas propiedades determinadas y se suele sustituir cada 40.000-50.000 km, o bien cada dos años. Es decir, que a partir de esa fecha o ese kilometraje ya no ofrecen la misma capacidad de enfriar y evitar la congelación que cuando eran nuevos. Y otros son los orgánicos, que al tener unos aditivos adicionales suelen resistir temperaturas más bajas, producen menos cavitación (las burbujas de vapor que se forman dentro del circuito) y duran mucho más: hasta cinco años o 80.000 km.
A la hora de rellenar o cambiar hay que investigar qué anticongelante necesita el coche, que suele ser el que traía de fábrica (es tan fácil como mirar el libro de mantenimiento) pero también uno distinto, si vivimos por ejemplo en zonas especialmente frías. Una vez que lo sabemos, hay que rellenar siempre con el mismo tipo, en lugar de echarle otro con características diferentes que encontramos de oferta.
Hay que cambiarlo
Pero aunque la última vez que lo rellenáramos fuera la semana pasada, siempre hay que cambiar el anticongelante dentro del período estipulado, porque este producto pierde sus propiedades. Y si no lo hacemos va a provocar calentamientos, no va a ser tan eficaz en temperaturas bajísimas y encima nos va a producir depósitos que a la larga obstaculizan el circuito.
Se puede entender mejor con el ejemplo del cubo y la fregona: si hemos fregado una habitación y queremos fregar otra, lo normal es que cambiemos el agua y echemos jabón, en lugar de rellenar el agua que falta y echar un poquito más de jabón sobre el agua sucia.
Cambiar el anticongelante te puede costar entre 50 y 150 euros dependiendo del coche y el taller. No es mucho, teniendo en cuenta que si el motor se calienta se puede quemar la junta de la culata (entre 500 y 1.500 euros suelen andar las facturas de reparación) y si se congela puedes acabar tirando el motor a la chatarra.
Pero también puedes cambiarlo por ti mismo, porque la operación es sencilla y no tienes que ser un manitas. Primero tienes que hacerte con unos guantes de protección, el nuevo anticongelante, un recipiente para recoger el usado (es un producto químico tóxico y contaminante, por lo que deberás desecharlo de la manera correcta) y un embudo.
Pasos para cambiarlo tú mismo
Una vez que tienes todo ello, basta con que sigas estos pasos:
- Deja que pase por lo menos una hora desde que apagaste el motor para evitar quemaduras.
- Levanta el coche con el gato y calza una o varias de sus ruedas para que no se mueva, además de que debes dejar el freno de mano y una marcha metida (si es automático, el coche se habrá quedado en la P).
- Busca el tapón de drenaje del radiador y desenróscalo, cuidando que el líquido que caiga vaya a parar al recipiente que has colocado debajo.
- Echa agua corriente por la boca de llenado superior y comprueba que esa agua sale limpia por debajo, señal de que el circuito está limpio.
- Cierra el tapón inferior con fuerza.
- Rellena el anticongelante con ayuda del embudo y teniendo cuidado de no sobrepasar el nivel máximo.
- Enciende el motor y déjalo en marcha unos minutos para que el nuevo líquido circule por todo el sistema.
- Una vez que el coche haya cogido algo de temperatura, comprueba de nuevo el nivel y rellena si te has quedado corto.
- Desecha el líquido que has quitado de manera responsable. Lo normal es que en un taller acepten hacerse cargo de él.
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