La moral amnésica del deporte

Mientras los atletas se preparan para la celebración del Juegos Olímpicos de Invierno el 2022 y Beijing, el WTA, organismo que rige el circuito de tenis femenino profesional, ha anunciado que cancelará todas las competiciones en China para el caso de Peng shuai, tenista que denunció el abuso sexual del exviceprimer ministro, Zhang Paoli. La misma WTA que, por cierto, acoge un torneo en Doha durante casi dos décadas.
Hoy en día, el calendario deportivo está lleno de conflictos éticos, en una continua pulsación entre dinero y deporte, entre mecenazgo y ética, geopolítica y gestos estéticos de condena, corrupción y responsabilidad. El “lavado deportivo” de regímenes y empresas, invitaciones de los príncipes herederos para disputar torneos de exhibición, futbolistas con camisetas de casas de apuestas deportivas… vidas deportivas instaladas en una paradoja moral.
Hace unos días escuchamos Nasser Al Khater, el CEO de Qatar 2022, diciendo que los aficionados LGTBI tendrán derecho a ver los partidos de la Copa del mundo de Qatar, pero no muestres afecto en público. Un torneo cuyo galardón llenó la agenda del Fiscalía Nacional de Finanzas Francés, provocó la caída de Michel platini y sobre el que prevé la muerte de cientos de trabajadores en la construcción de los estadios (6.500 según algunas organizaciones de Derechos humanos). Pero es que Qatar lleva años inyectando miles de millones de dólares en el fútbol, en clubes como el Paris Saint Germain, el FC Barcelona y el Bayern Munich. Hace unas semanas un nutrido grupo de aficionados alemanes le gritó a su presidente: Herbet Hainer, que no renovó el patrocinio del club con aerolíneas Qatar en la reunión anual del Bayern. En el estadio también apareció una pancarta que decía: “A cambio de dinero, lavamos todo.
Qatar compró la incomparable sensación de un Mundial, la épica, la ilusión. Lo mismo ocurre en otros torneos, aunque a menor escala. Cuando el atleta comienza a jugar, el deporte ejerce su poderoso efecto amnésico. Y a menudo olvidamos el costo de muchas de estas competencias. Y, por supuesto, no me refiero al dinero.