«Si no luchamos contra la injusticia, ¿entonces qué nos queda?»
El domingo, efectivamente, dio la imagen que nunca hubiera querido dar. Un calambre a las puertas de la meta y de la medalla paralímpica estuvieron en el origen de una descalificación después de que Elena Congost soltara apenas un instante y para evitar la caída del compañero la cuerda que debe unir en todo momento a la atleta con su guía. Mia Carol asume ahora con resignación una fama que no deseaba…
Pregunta. Han pasado dos días ya. ¿Cómo se siente?
Respuesta. A nivel físico estoy perfecto, de hecho ya lo estaba dos minutos después de la carrera. Cansado tras una maratón y con alguna molestia en la rodilla derecha que venía de antes, pero bien. A nivel mental, bajando de la nube porque no estamos acostumbrados a estos temas mediáticos, pero contentos después de que todo pareciera muy oscuro. Al recibir la noticia quemarías lo que fuera, pero cuando pasan las horas recibes primero el soporte de tu entorno, y después el de gente que no conoces y el de los medios que nos estáis ayudando en la lucha. Dos días después, estamos orgullosos de la carrera que hicimos.
P. Ha dejado un mensaje en redes para «seguir luchando por lo que Elena se merece». ¿Mantiene la esperanza?
R. Total. Es lo último que se pierde y una maratoniana como ella o un ultrafondista como yo estamos acostumbrados a no rendirnos. Hay que levantarse de un duro golpe y, si no luchamos contra las injusticias, ¿entonces qué nos queda?
P. ¿Ha dado muchas vueltas a lo que sucedió?
R. No, porque todo deportista ha tenido calambres y sabe que nunca son oportunos. Hoy mismo he pasado varias horas con Elena y sabemos que hicimos lo que hubiera hecho cualquiera, porque a la inversa yo también la hubiera ayudado. Eso es lo normal, no la descalificación o la mala gestión a nivel de los jueces.
Estamos bajando de la nube, contentos después de que todo pareciera muy oscuro
P. Demasiado estrictos, ¿no?
R. Se limitaron a aplicar la norma en vez de pensar para qué está establecida, que es para un caso en el que el guía ayude al deportista. Una cosa es aplicar y otra interpretar… ellos aplicaron.
P. ¿Tiene claro que fueron las sales?
R. Hubo dos o tres factores que me deshidrataron. Me había quedado sin ellas, sí, pero también contribuyeron otra norma extraña, que es la de que el guía lleve la camiseta y un peto encima no transpirable, el viento o el ibuprofeno que me había tomado por las molestias de la rodilla. De todos modos, he tenido rampas otras veces…
P. Decía su compañera que se han quedado sin medalla, al menos de momento, pero que a cambio han recibido una tonelada de cariño.
R. Siendo oro o habiendo perdido, siempre hubiéramos tenido las muestras de cariño de nuestro entorno. En mi casa por ejemplo no cabían en el comedor viendo la prueba. Pero la repercusión mediática, no tratándose de fútbol y siendo los Juegos Paralímpicos, ha sido brutal. Decidimos volver a Barcelona antes, porque Elena estaba destrozada, y la reacción de la gente ha sido increíble. Tenemos las baterías de los móviles fundidas, pero es que por la calle también nos están parando…
Los jueces se limitaron a aplicar la norma, en vez de pensar para qué está establecida
P. ¿Cómo llega a ser guía para deportistas con discapacidad?
R. Roger Esteve es mi entrenador y el de Elena, porque pertenecemos al mismo club, pero nosotros no nos conocíamos. A finales del año pasado ella decidió que iba a volver a la competición, necesitaba hacer la mínima y a él se le ocurrió que hiciéramos pareja. Yo tuve que compaginarlo con mis propios proyectos deportivos, pero se consiguió ese tiempo y la clasificación olímpica… así que la cosa se complicó. Había que hacerlo con todas las de la ley. Hemos visto videos de otros atletas, hemos entrenado juntos para ir conociéndonos, he tratado de entender sus carencias de visibilidad para ser su sombra pero sin molestarla…
P. En el mismo mensaje antes citado habla de «cadencia, ritmo de respiración, longitud al caminar, compromiso…» ¿Es un arte ese acompañamiento?
R. Claro, se trata de que ella corra como si yo no estuviera. En una curva a derecha tengo que acortar el paso, en una a izquierda alargarlo… no es fácil. Sinceramente creo que, sin llegar a los siete meses de preparación, lo hemos bordado. Con el tiempo que hicimos hubiéramos sido oro en cualquier otra edición de los Juegos.
P. Usted se proclamó campeón de España, este mismo año, en categoría +55… de los 100 kilómetros.
R. Sí, en Ávila. Como corredor empecé tarde. A los 40 hice alpinismo y a los 42 mi primer maratón. Me gusta variar disciplinas, sacando lo máximo de mí, pero los mejores resultados los tengo en pruebas entre las ocho y las 12 o 14 horas. Cuando me preguntan si prefiero correr en montaña o llano es como si me preguntan si las prefiero morenas o rubias. Lo que me gusta es correr… No soy profesional, sólo soy un peluquero calvo, como digo yo, pero me gustan los retos. Con Elena he aprendido un montón y lo de la familia paralímpica a nivel de superación es una cosa increíble.
P. ¿Y ahora?
R. La rodilla debe descansar. En pocos meses he hecho un 50 kilómetros, el maratón de Sevilla con Elena, los 100 de Ávila y ahora lo de París, cuando un maratoniano de élite suele hacer dos pruebas en un año. Además no tengo tanto tiempo para descansar como un profesional… Así que lo primero es recuperar y después ya veremos. Porque si llevara a cabo todos los proyectos que tengo…
CEO de una empresa familiar de peluquería… que ya va por las 15 franquicias
Más allá de lo deportivo, Mia es el consejero delegado de Carol Bruguera, que empezó como negocio familiar de peluquería (hace más de 60 años) y va por los 15 salones. «Empezó mi madre [Dolors], después se añadió mi padre [Jacint], que antes era albañil, y con el paso del tiempo, como era el hijo mayor, me tocó tirar del carro. Ahora es un negocio más grande, con más personas… y más marrones. Peinar es peinar, pero queremos darle un valor añadido y estar a la última. La idea es, a la manera de cocineros y restaurantes en los últimos años, conseguir que la peluquería tenga el reconocimiento que merece».
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