Vicente Belda: «Nunca he visto a un ciclista con una caja de medicamentos»
Tuvo una gran carrera como ciclista, aunque probablemente sus mayores éxitos los alcanzó como director de Kelme. Fue a raíz de esta segunda etapa, cuando el nombre de Vicente Belda (Alfafara, 1954) también se vio involucrado en asuntos tan delicados como el Caso Manzano o la Operación Puerto, los cuales le llevaron a su particular caída en gracia. Toda una trayectoria, con sus luces y sus sombras, que ahora recoge en su autobiografía ‘Vicente Belda. La escalada de mi vida’. Lejos de guardar silencio, el de Alfafara quiere que también se conozca su versión sobre los episodios que inevitablemente marcaron su carrera, y lo cierto es que tiene mucho que decir.
Belda atiende a MARCA con amabilidad para tratar todos y cada uno de los capítulos que se recogen en el libro publicado por Reclam Editorial y escrito por Jorge Quintana. Durante la charla, tampoco nos olvidamos de su periplo en el ciclismo colombiano, donde apadrinó a figuras que a la postre serían tan importantes como Nairo Quintana o Superman López, si bien en este último caso las cosas tampoco terminaron bien. Asume que su nombre ha quedado vinculado en buena medida a la sombra del dopaje, pero se queda por encima de todo con el cariño que sigue recibiendo por parte de los aficionados.
En unos días que están resultando muy difíciles para todos, especialmente en la Comunidad Valenciana, Belda también tiene muy presente a los damnificados por la tragedia de la DANA: «En primer lugar, me gustaría dar mi más sincero pésame y mandar mi fuerza a todas las personas que han perdido familiares estos días en Valencia por la DANA. La verdad es que son muchas las personas fallecidas y afectadas. A nosotros no nos ha tocado por poco, pero ha sido devastador».
¿Cómo surge la idea de escribir el libro?
La culpa la tiene mi mujer. Hace más de dos años vinieron mis nietos a casa y me preguntaron ‘abuelo, ¿por qué tienes tantos trofeos?’. Y mi mujer me dijo que tendría que escribir un libro para que el día de mañana tus nietos o tus bisnietos sepan quién ha sido el abuelo. En un principio pensé en un tema biográfico que contemplase mis años hasta que dejé de correr y luego como director. Pero es que mi historia no termina cuando dejé de correr, sino que luego fui comentarista en la Cadena Ser durante tres años, tengo mis tiendas y luego, a raíz de ahí, entro de director. Mi vida toda ha transcurrido metido entre ruedas y metido en todos los líos.
En el libro cuenta su historia desde la infancia. Esos comienzos humildes trabajando en las fábricas, cómo vivían en el campo y cómo empieza a competir. ¿Cómo fueron esos inicios y para qué le sirvió pasar por esos trabajos?
Nací en lo que se conoce como el parque natural de la Sierra de Mariola, en una masía. Mis padres han sido toda la vida campesinos. De mi pueblo natal, Alfafara, nos vinimos a vivir a Cocentaina. Mi vida era ir al colegio de los Franciscanos, cantar el Cara al sol, rezar el Rosario y luego por la tarde sacar a las ovejas a pastar. Con 14 años ya estuve en una fábrica de recuperación de plástico, luego también unos meses de electricista y estuve seis meses con mi cuñado, que era propietario de una carpintería. En el deporte empecé por medio del tenis, porque los propietarios del taller de electricidad jugaban también. Era la época de Manolo Santana, eran los que tenían dinero y tenían su propia pista de tenis. Me aficioné hasta que se me rompió la raqueta. En esa época tenía un trasto de bicicleta, y los sábados o domingos solía salir con algunos amigos para hacer 40, 50 o 60 kilómetros.
El club empezó en el 71 y en una carrera querían que participase alguien de Cocentaina. Llegamos a un pacto con los árbitros y los organizadores del club de que yo no podía terminar la carrera, porque hacer casi 70 kilómetros era imposible. Acordamos que me escondía y pasaba cuando lo hicieran los primeros. Osea que dimos una vuelta en vez de dos al circuito, nos escondimos en unos matorrales y salimos ya cerca de meta. Esa es una de las cosas que cuento en mi libro, y te das cuenta de que gracias a esa trampa vino la ilusión de mis padres y de mis hermanos, y me compraron una bicicleta decente. Porque en esa carrera me dejaron una bicicleta muy grandota y si me obligan a dar las dos vueltas yo no hubiese terminado, y entonces esa ilusión hubiese desaparecido. Quizás a raíz de esa trampa comenzó mi carrera deportiva, y ya no me volví a esconder en ninguna carrera.
Esa carrera que da un poco la luz es la del Trofeo San Hipólito, ¿no?
Esa es. A la semana, ya con una bicicleta más o menos acorde y la ropa que compramos, hice octavo en Alcoy y gané mis primeras 200 pesetas. A las carreras recuerdo que me llevaba mi hermano Agustín en moto, y mi cuñado hizo una especie de artilugio de madera en el que llevábamos la bicicleta y el cuadro desmontado, mientras que las ruedas las llevaba yo colgando. Fuimos a Elche, a Crevillente, a Santa Pola… Hicimos siete u ocho carreras y en ellas ganaba 100 o 200 pesetas. También te digo que yo hacía 12 horas de carpintero y a las ocho de la noche con la dinamo me iba a entrenar. No ganaba bastante para bombillas porque las fundía. Eran los inicios un poco de aquella época, en la que el ciclismo era lo que era. No tenía nada que ver con los comienzos que tienen ahora los niños. Yo empecé con 16 años y ahora todos empiezan ya con cuatro, cinco o seis años.
Y llega también su primera vuelta internacional, la Vuelta a Guatemala, y ahí es donde se da cuenta de que puede dedicarse al ciclismo.
Sí, eso fue en 1976 y yo llevaba una buena temporada con bastantes triunfos. Éramos un grupo que dominaba en el ámbito de la Comunidad Valenciana. Llegamos a correr 87 carreras y al final me llamaron para ir a la Vuelta a Guatemala. Por lo visto, de los mejores que podían haber en la selección, nadie quería ir. Juan Carlos Pérez fue quien hizo la selección y fuimos a la Vuelta a Guatemala en noviembre. La verdad que se me dio bien porque hice segundo en una etapa y quinto en la general. Ahí ya Mendiburu me convoca a la primera concentración en el 77, en la cual estaban Ángel Arroyo y López Cerrón entre otros. Nos llevaron a San Martín de Valdeiglesias a hacer gimnasia y la verdad es que nos reventaron, porque todavía me duelen las orejas de las agujetas. Ahí ya estaba definitivamente dentro de la selección. Luego fuimos al Giro sub 23, donde gané una etapa y Ángel Arroyo hizo segundo porque lo descalificaron. Después fuimos al Guillermo Tell, que entonces era la mejor carrera del mundo, con polacos, checos, rusos… los del telón de acero, no los de ahora. Y lo mismo, volví a ganar una etapa y fui cuarto en la general. De ahí fuimos al Mundial de Venezuela y luego el paso a profesionales con el Transmallorca.
¿Y como ciclista cuál cree que ha sido su mejor momento?
Digamos que todos los pódiums y todas las victorias son importantes por muy pequeñas que sean. La primera que gané en el 72 en Cullera de juvenil, la que gané en el Giro de Italia o la Volta a Catalunya. Dentro de mi currículum profesional, 29 victorias son muchas y todas son importantes. Menos importante es cuando haces segundo o tercero, porque si haces segundo eres el primer perdedor y de los segundos casi nadie se acuerda. Pero todas son importantes porque en todas ha habido un esfuerzo para ganar y nadie te ha regalado nada.
¿Qué es de lo que más orgulloso se siente de esa época como corredor?
Me siento orgulloso de que cuando salía, por donde me movía, incluso en Colombia, había gente que me reconocía y se acordaban de lo batallador que era. Yo era muy peleón y a la gente le gusta el ciclismo de ataque, como el que estamos viendo últimamente con Pogaar o Vingegaard. Estoy orgulloso de que en todas las partes de España se me aprecia mucho.
Quizá lo más conocido también es su faceta como director deportivo. ¿Cómo fueron su vivencias en el Kelme?
Cuando dejó de competir tenía dos tiendas de deportes y me dediqué a ellas. Entre el 92 y el 94 me llamaron de la Cadena Ser y estaba de comentarista. Yo creo que de ahí me vino la oportunidad de volver a Kelme como segundo en el 95 hasta el 99, y en el 2000 ya me dieron la la batuta para dirigir la orquesta. Me encontré con un equipo muy bien construido por Álvaro Pino, con grandísimos corredores como Escartín, Chechu Rubiera, Quique Gutiérrez, Tauler, Botero… Ese año 2000 fue apoteósico para Kelme, porque ganamos por equipos el Tour y la Vuelta a España. Yo lo que hice fue darle otro aire al equipo, otra visión de la carrera. Tácticamente, diferente a otros planteamientos que podía hacer Pino. Le dimos ese plus para poder ganar. En el 2000 hicimos primero en la vuelta, en el 2001 hicimos segundos con Sevilla y en 2002 ganamos con Aitor. Y luego en el Tour repetimos por equipos y ganamos por etapas. En el 2000 clasificamos a tres corredores entre los diez primeros del tour, cosa que ahora, para cualquier equipo parece ser impensable. Si me hicieran la pregunta de qué es necesario o qué hace falta para ser buen director, diría que es tener credibilidad con los corredores que tienes, sean mejores o menos mejores. Pero tienes que tener la credibilidad y ellos te tienen que tener fe. Yo puedo tener un equipo mediocre, pero tengo que tener toda la credibilidad en mis corredores y adaptarlos a las circunstancias y las carreras. Sabes que con un equipo mediocre es difícil optar a ganar una Vuelta a España, pero sí que puedes ganar una Vuelta a Murcia, una Vuelta a la Comunidad Valenciana o estar ganando etapas, que es lo que luego nos sucedió. Si no tienes credibilidad, los corredores no están motivados, y lo único que haces es verlos por la cola, cosa que en Kelme no ocurría porque yo les decía ‘ciclista que vea por la cola, le paso por el coche encima’. Hay que dar la sensación de fortaleza, aunque no tengas fortaleza. Aunque fuéramos a cumplir expediente, tenías que dar esa sensación de que cuando mirasen los contrarios, se vieran todos rodeados de Kelme en la cabeza del pelotón. Esa es una motivación extra.
¿Tuvo mucho que ver el tema Manzano en el final de Kelme?
En el libro también escribo sobre Manzano y sobre todo del fin de Kelme. Del traspaso de poder que hubo entre Kelme y la Comunidad Valenciana, porque yo con Pepe Quiles iba a todas las reuniones con todos los consellers y el presidente de la Generalitat. En mi vida he conocido tantos políticos como en esos años. Yo viví todo lo que fue el que la Generalitat se quedara al equipo y que luego nombraran a tres personas para hacer la burocracia. Por desgracia, no sabían nada de ciclismo y a mí me tocó hacer de director, de manager, de reservar hoteles, vuelos, etcétera. Y luego pues estando ahí te cae lo que te cae, que fue lo que publicó As con ocho fascículos de lo que contó Manzano. La verdad es que es un mazazo porque tampoco le dan la oportunidad a la otra parte. Yo me acuerdo que fue en marzo de 2004 cuando aparece todo ese serial, que lo vendió Manzano por dinero. Primero fue a Marca, con Josu Garai, y él lo rechazó. Me llamó y me dijo ‘está Manzano ofreciéndome esto’ y nosotros no entramos. Automáticamente llamé a Manzano para ver qué pasaba, y me dijo que nos íbamos a ir a la ruina, que ya lo tenía todo apalabrado y arreglado. Empezamos a leer el serial y coincidió que estábamos en una Semana Catalana, y yo lo primero que hice, para que la gente lo sepa, fue poner a disposición de las autoridades a todos los ciclistas del equipo, para que hiciesen cualquier tipo de análisis y viesen que nosotros estábamos corriendo con las condiciones que debíamos correr. No vinieron, siguieron pasando los controles normales y el equipo no bajó en rendimiento. Lo primero que podían pensar es que si habíamos cortado el grifo, ya no íbamos a ganar carreras, pero fue al revés porque seguíamos ganando más carreras. Eso nunca se ha tenido en cuenta. La gente se ha quedado con lo del caso Manzano, y yo en este libro describo más o menos quién es Manzano.
¿Por qué cree que surge el caso Manzano?
Él escribe esto porque en 2003, terminando la vuelta a España y precisamente en El Escorial, ya tenemos unos datos un poco confusos porque pasamos un control por la mañana. Los datos estaban dentro de la legalidad pero eran un poco confusos. Y luego en carrera, él iba a su bola y hubo un planteamiento de carrera en el cual tenía que parar la fuga delantera, porque Alejandro venía entre entre el grupo de delante y el grupo de Nozal, que se había descolgado. Nos jugábamos el pódium y no hizo caso, nos dice que no escuchaba el pinganillo. Luego por la noche, la doctora nos dice que hay algo raro. No sé qué pasa, no abre la puerta. Por la tarde, la novia y un amigo vienen preguntando que dónde estaba Jesús. O sea, fue un día muy turbulento y muy raro. Cerca de las 11 de la noche subimos el manager y yo a la habitación, nos abrió la puerta y nos encontramos a una señorita que no era su pareja. Decidimos que al día siguiente no iba a correr, que es lo lógico, y él dijo que no le importaba, que lo que quería era irse de Kelme y llegar a un acuerdo con el manager. Al día siguiente, el manager tenía ya una carta redactada a mano que firmó Manzano y yo creo que pensaba que iba a tener más equipos que lo iban a fichar, pero todos conocían a Manzano en el mundo del ciclismo y no tuvo ninguna oferta. Yo creo que por revancha o por lo que sea se le ocurrió toda la historia que luego publicaron. Yo te lo digo de verdad, nunca he visto a un ciclista con una caja de medicamentos como las que él mostró.
En el libro dice que ni el Papa le pudo recuperar para el buen camino.
Sí, pensábamos que cuando venía el Papa iba a recuperarlo, pero no. Manzano era Manzano. Tenía días espléndidos, buenos y graciosos, pero nosotros veíamos que ya no lo íbamos a renovar porque nos suponía un problema por su forma de ser y sus conductas. Pero falleció su padre, la madre nos vino llorando y Pepe Quiles la renovó dos años. Y ese año quisimos reconducirlo, llevarlo a la zona de Levante y sacarlo de su entorno pero no fue posible. Por lo menos yo en el libro escribo la otra parte. Habrá quien seguirá creyendo la versión de Manzano, pero por lo menos yo dejo claro, bajo el punto de vista de un director y de gente del equipo, quién era Manzano en el ciclismo.
Decía que también le sorprendió que en el juicio estuviera de pie, cuando él decía que tenía la rodilla destrozada.
Él contaba muchas fábulas. Yo sé que fue a Vitoria para ver si le daban la baja perpetua y él siempre decía que estaba cojo la rodilla. En el juicio estaba en su línea. No sé las horas que estuvo de pie, no bebió ni agua. Tampoco entiendo cómo se persona como parte acusatoria, porque 24 días de juicio y toda la documentación cuestan mucho dinero, y sino que me lo digan a mí. Y dinero precisamente él no tenía. Veíamos que no tenía esa capacidad para poder afrontar todos los gastos que suponía un juicio tan grande. Entonces, ¿quién se lo pagó? Pues no lo sé, pero la verdad es que yo sé lo que lo que a mí me costó todo lo que fue la Operación Puerto.
¿Cuál fue el coste de la Operación Puerto? Ahora que han pasado tantos años, ¿qué análisis hace?
Está bien explicado en el libro. A mí cuando me ve una persona o hablamos me relaciona por dos cosas, o por los éxitos que he conseguido o por la Operación Puerto. Lo primero que les viene es la Operación Puerto. Yo creo que mucha gente siempre se ha preguntado por qué unos pocos estuvieron en la Operación Puerto y no otros. Para mí fue un juicio muy político. No me digas de dónde arrancó, pero tengo mis sospechas, aparte de lo que pongo en el libro. Había que aprobar una ley antidopaje, Roberto Heras hacía poco que había dado positivo en el 2005, que corría con Manolo Saiz, y yo creo que a partir de ahí se inició la investigación. La gente ya venía un poco del runrún del caso Manzano y todo esto que sucedió a los estamentos políticos y del ciclismo no les sentó nada bien. Yo creo que la investigación fue muy sesgada. Pocos lo han publicado, pero el juez instructor, el juez Serrano, que es bastante famoso en Plaza Castilla, y la fiscal hacen unos autos y dicen que Vicente Belda no debe de ir a juicio oral porque no hay pruebas, y la Audiencia Provincial eso lo tumba. Si a mí la fiscal no me acusa y hace un escrito, y el juez instructor también, ¿por qué yo voy a juicio? ¿qué se cocía detrás detrás de todo? ¿Por qué yo no aparezco en el sumario y otros que aparecen en el sumario no van como imputados? ¿Por qué hay unos ciclistas que trabajaban con Eufemiano cuando estaban en otros equipos y se los atribuyen a Manolo Saiz? Ofrecimos las muestras de sangre de los 22 ciclistas tomadas en un laboratorio, acreditado por la UCI y ante notario. Mandamos unas muestras de ADN a la Federación y otras al Consejo Superior de Deportes para que las analicen. La Federación nos devuelve las muestras, y el CSD… ¿Tú sabes algo? Yo tampoco ¿Qué otros ciclistas ofrecieron el ADN? Ninguno. Lo único que hay son las carpetas de trabajo del preparador Ignacio Labarta, que obviamente las tiene. ¿Por qué? ¿Fue porque éramos de la parte política contraria, del PP de la Comunidad Valenciana? ¿O porque necesitaban nombres sonoros? ¿Por qué otros que eran políticamente de izquierdas o amigos no están? Esa es la pregunta del millón. Con lo de Manolo lo tengo más o menos claro, porque era la oposición de los grandes organizadores. Manolo fue capaz de quitarle los coches al Tour de Francia y que los equipos fuesen con sus propios coches. Manolo fue capaz de que los bidones no fuesen de Coca-Cola, sino que los bidones fuesen los nuestros. Y Manolo quería el reparto de los derechos de televisión que cobraban los grandes organizadores. Eso a los grandes organizadores les molestaba y querían quitarse a Manolo de encima y seguir como están siguiendo. O sea, que los equipos no cobren derechos de televisión. Digamos que era la mosca cojonera que molestaba. Eso, junto a la aprobación de la Ley Antidopaje, que políticamente lo hubiesen tenido difícil para aprobarla, pues lo hicieron de un carpetazo. No pensaron en el daño que iban a hacer a personas completamente inocentes, porque había corredores de mi equipo que en la vida habían visto a Eufemiano. Sin embargo, las carpetas de los entrenamientos les sirvió para ametrallarlos y muchos de ellos no pudieron seguir corriendo, mientras otros tuvieron que emigrar a Portugal o a Colombia y buscarse la vida donde fuese.
¿Y con usted por qué cree que hubo esa persecución?
Quizás al ver que mi segundo director y preparador tenían amistad y buenos lazos con Eufemiano, no sé si a lo mejor pensaron que eso era el nexo que había entre Labarta, Vicente o lo que sea. O que entonces políticamente el PP era muy fuerte en la Comunidad Valenciana y quisieron utilizar lo del equipo. Eso tendrían que responder los políticos que estaban entonces y los grandes organizadores. Entre ellos, Víctor Cordero. Tendrían que dar la cara y decir cómo fue. Que me digan que estoy equivocado, pero que cuenten la verdad. Pero eso nunca lo van a hacer.
¿Hasta qué punto le cambió su vida todo esto?
Parece mentira, pero yo tengo 70 años y esto sucedió cuando tenía 52, o sea que han pasado un montón de años. Claro que me cambió totalmente la vida. No superamos el tema de Manzano y luego ya vino la Operación Puerto y automáticamente te prohíben. Bueno, no es que te prohíban, pero sabes que no vas a ningún lado. O sea yo intenté sacar el Fuerteventura, lo sacamos a trancas y barrancas para salvar a los chavales, que eran totalmente inocentes, y nos encontramos con un montón de trabas por medio de la UCI. Y siendo un equipo que ganamos carreras y habiendo una plaza en la Vuelta a España, no nos quisieron invitar tampoco. A mí me gustaría retomar un poco el tema de la Operación Puerto, porque había un secreto de sumario y yo tenía que comprar el diario El País debido a que cada día nos íbamos enterando del secreto de sumario. Fue una filtración del cien por cien del secreto de sumario a El País y lo publicó Carlos Arribas. Me dicen que no fue un juicio político, pero para mí obviamente lo fue. Un juez no le va a entregar a un periodista un secreto de sumario, pero quizás otras personas cercanas políticamente sí que le entregaban la información, el listado de los corredores o lo que a ellos les interesaba. Y eso eso sí que te da rabia, que un secreto de sumario se filtre a determinado medio muy vinculado precisamente al PSOE. Ni los abogados ni nadie sabíamos nada de la información que había tomado en este caso la UCO, pero sí que nos tocaba comprar el diario El País.
¿Crees que fue peor el caso Manzano o la Operación Puerto?
Lo de Manzano se supo y se publicó en 2004, y el equipo estaba predestinado para seguir, y esto fue ya en 2006 y fue la muerte. Yo sí que sentí una cosa. La gente sabe que uno de mis hijos fue ciclista. Estuvo en el Fuerteventura, fue amateur y luego en el Burgos. Yo intenté que pudiera correr en profesionales en otros equipos, y lo primero que sabíamos que había era el tufillo de arriba. Tú fichas a algún ciclista de los que está en la lista de la Operación Puerto y no corres la Vuelta a España. Entonces cualquier equipo que tenía que ir invitado, pues obviamente no iba a fichar a nadie. Me parece que le ocurrió incluso al
Relax, que fichó a Mancebo y a Sevilla. A nosotros nos ocurrió también en Fuerteventura. Y luego hubo ciclistas, como en este caso mi hijo David, que estando a punto de firmar el contrato le decían que no podía ser. Había un concepto de que el apellido Belda no debía estar en el ciclismo. Eso es peor todavía, que a tus hijos se les niegue el poder competir en una categoría que yo creo que se lo merecía, porque ahí estaban los resultados.
¿Cuál fue el peor momento? ¿Cuándo salía a la calle, podía hacerlo con cierta tranquilidad?
Tranquilidad no tuve. A mí nunca me han registrado la casa, ni han venido ni me han pillado con una pastilla, eso que quede claro. Lo que ocurre es que a la semana de las detenciones me llaman por teléfono, me detallan que son de la UCI de Madrid y yo pensaba que era una broma, porque ya me habían gastado una la semana anterior. Si yo sé que no tengo nada y me llaman, ¿pues qué voy a pensar? Se mosqueó el Guardia Civil, le dije que me mandara un fax y ya acudí a Madrid. Yo creo que el peor momento fue cuando se inicia el juicio los primeros días, donde nos encontramos en el en el juzgado a 28 televisiones acreditadas de toda Europa y 100 periodistas acreditados, que hasta hicieron una sala especial para ellos. El llegar allí y encontrarte una marea humana metiéndote el micrófono, es cuando te das cuenta de la barbarie a la que íbamos a estar expuestos. Cuando voy a Madrid ya en todos los telediarios dicen que Vicente Belda está imputado, y apareces en todos los lados. Los telediarios los abríamos nosotros en esa época. Entonces verdaderamente lo pasas muy mal, al ver que había televisiones aquí en mi pueblo buscándome, y que gracias a que vivo en el campo no me localizaron. El tener que evitar coger el teléfono durante tres días porque te ametrallaban, y los abogados lo primero que te dicen es que no cojas el teléfono.
Fui a felicitarla (a la fiscal) y me dijo textualmente ‘yo lo que no sé es qué haces tú aquí
En el libro dice que el formar parte de la Operación Puerto le permitió ver grandes macrojuicios que son un pozo de corrupción. ¿Cree que lo fue realmente?
Yo creo que había partes muy interesadas ahí. Quizás a lo mejor la palabra corrupción sobra, pero es que es como te decía antes: ¿Cómo llega Manzano al juicio? ¿Quién le paga todos los gastos? Recuerdo que en un intervalo después de las conclusiones finales del juicio, la fiscal salió a fumarse un cigarrillo y yo fui a ver si podía hablar con ella, porque me dejó asombrado el que estuviera dos horas sin leerse un folio y sacando de pe a pa todas las conclusiones de la Operación Puerto. Fui a felicitarla y me dijo textualmente ‘yo lo que no sé es qué haces tú aquí’. Eso te hace reflexionar muchas cosas. Cuando una fiscal te dice eso, ella sabrá qué pudo haber detrás. A partir de la Operación Puerto mi vida cambia totalmente. Yo ganaba un dinero, tenía un bienestar, mi cabeza funcionaba perfectamente bien, incluso después del Caso Manzano. Pero a partir de ahí pues entras en un mundo donde no tienes salida. Yo tengo cero euros de entrada, y del dinero que tienes ahorrado, te gastas una fortuna en abogados. No sabes por dónde salir y al final se te ocurre lo del Fuerteventura, pero es que con ese equipo perdimos dinero y yo puse dinero de mi bolsillo. Luego fuimos a descubrir las Américas, pero las Américas ya estaban descubiertas. Tuve momentos muy buenos en Colombia dirigiendo pero los resultados económicos fueron nefastos.
Me dicen que no fue un juicio político, pero para mí obviamente lo fue
Dice que la Operación Puerto fue una situación límite en lo económico, en lo deportivo y en lo psicológico, pero luego surgió la llamada de Colombia.
En 2008 nos vimos en una situación de que no podíamos pagar, porque si a mí no me paga el sponsor, yo no puedo pagar a los ciclistas. Buscamos una fórmula, de que a los solteros no les íbamos a pagar dos meses y a los casados un mes, pero luego no puedes pagar la seguridad social y es cuando vienen los embargos. Luego salió el equipo Fuerteventura amateur, que nos prometieron que lo que nos debían los políticos nos lo iban a pagar, pero tampoco nos pagaron. Ese dinero lo puse yo de mi bolsillo en espera de poder recibir esa cantidad que nunca vi. Y ahí surgió lo de Colombia, porque querían modernizar el ciclismo en Boyacá por medio del gobernador y el director de deportes, y querían un director europeo. Por medio de Pepe del Ramo, que vendía cascos en Colombia, y un representante, entré yo ahí. La primera parte fue buena, pero la segunda fue un desastre porque dimitió la mitad del gobierno y nos quedamos ahí, que no nos querían pagar. Cambiaron toda la cúpula directiva del equipo, y un proyecto que hubiese tenido mucha continuidad y del que pudieron haber salido muchos ciclistas, pues también desapareció.
En el libro habla también de Nairo Quintana y de Superman López. ¿Qué cree que pasa en Colombia, que teniendo ese talento y esos corredores, parece que al final no se aprovecha al máximo?
Cuando salió Nairo Quintana recuerdo que vimos unos datos asombrosos. Nos dio los mismos resultados que Santiago Botero cuando tenía 26 años, que fue campeón del mundo. Llegamos a pensar que se trataba de un error, así que repetimos la prueba y dio los mismos datos. Le dijimos al director de deportes que habíamos descubierto una esmeralda en bruto, y que si éramos capaces de llevarla y saberla pulir, podíamos conseguir a un gran ciclista y así fue. Nairo estuvo tres años en los que le estuve ayudando en filosofía europea hasta que me hice representante de él y fichó por Movistar. ¿Por qué en Colombia hay tanto talento? Hay talento según dicen los periodistas. Una cosa es lo que escriben los medios colombianos o lo que puede decir mucha gente, y luego cuando tú estás allí ves la realidad. ¿Por qué de 45 pruebas de esfuerzo que hicimos solo hay dos buenas? Una fue de un chaval que se perdió porque fue a correr a Italia con Claudio Corti, y aunque tuviera talento, a un colombiano no puedes tenerlo tres meses o seis meses fuera de casa. El resto eran buenos ciclistas, pero no eran ciclistas para traerlos a Europa. Cuando estás ahí sí que los ves. Yo tengo una anécdota. Hubo un año que Movistar sacó un equipo amateur en Continental en Colombia, que estaba José Luis Laguía de director, y un año fue Eusebio Unzué a ver la Vuelta a Colombia y quedó asombrado. Decía »¡buah, esto es la ostia, como andan!’, y yo le dije ‘de los 15 primeros no te sirve ninguno’ (se ríe). Y es la realidad, porque el ciclista colombiano en Colombia se transforma. Yo lo viví ya desde 1985 que fui a correr. Se transforman con su gente, su ambiente, la altura, la forma de ser, la afición… Pero luego ya los traes a Europa, o los traes muy jovencitos y con ya buenos datos, o no te funcionan. Ahora yo creo que incluso en los equipos europeos, por no decir mundiales, no hay mucha credibilidad. Los resultados que están teniendo en el Giro de Italia sub 23, en el Tour del Porvenir o cuando vienen a correr a Europa, estamos viendo que no son buenos. Entonces si no son buenos pues es difícil. Yo creo que necesitan modernizarse mucho y en Colombia siguen todavía los mismos directores de la época en la que inventaron el humo. Luego hay otra, que es que en Colombia no hay apenas ciclismo de base. Solo lo hay en Antioquía, pero por ejemplo en Boyacá, que fue donde yo inicié ese proceso, se perdió y apenas hay carreras de juveniles y de escuelas. Yo siempre he dicho que de la cantidad nace la calidad. En la era de Induráin salían 300 jóvenes en una carrera, y estamos viendo ahora que aquí en España salen 60. No puede haber calidad si en una carrera juveniles corren 60 ciclistas. En una de 300 sí, pero de 60 no.
Había un concepto de que el apellido Belda no debía estar en el ciclismo
Habla en el libro del caso de Willy Aranzazu, poco conocido por los fans habituales de ciclismo. ¿Cómo es su historia y por qué le dedica un capítulo?
Es una persona que te llega al corazón, la pena está en que no llegó a profesionales. Es una historia muy bonita porque yo estuve en una Vuelta a Colombia con Kelme y me encontré al chaval, que me vino a pedir un bidón y una gorra. Empezamos a hablar y resulta que tenía los mismos años que mis hijos, y me dijo por encima los resultados que había hecho y que andaba bien en pista. Ahí quedamos hasta que años después me lo encuentro en el Mundial de Lisboa, donde estaba corriendo con la selección colombiana de juveniles. Se me presentó y me preguntó si me acordaba de él. Eso a mí y a mi mujer nos llegó al corazón, el encontrarnos a este chico que hace unos años dijo que quería venir a Europa y que quería competir contra mi hijo. Le tomamos cariño, arregló los papeles y se vino para acá. Lo tuvimos cuatro años aquí en mi casa como si fuera un hijo más. Mi casa ha estado siempre llena de ciclistas, sobre todo colombianos. Siempre hemos sido una casa ciclista y quizás por vínculos con Colombia pues les tienes mucho cariño. Y lo de Willy pues ya te digo, como un hijo más en casa. Luego ya se buscó su vida por ahí y por lo menos intentamos ayudarle.
Habla también de Superman López, que se lo presenta Rafa Acevedo, le viste en la vuelta a Colombia y fuiste un poco su padrino. Aunque luego, con el caso Maynar y la operación Ilex, todo esto ha cambiado. ¿Cómo fue su relación con él?
Allí estaba su suegro, que como yo había traído a Nairo, estaba empeñado en que lo trajese a él. Él acababa de ganar la Vuelta de la Juventud e iba a correr en el Tour del Porvenir, y le dije que mejor esperar y a partir de ahí ya decidimos. Y claro, el Tour de Porvenir lo ganó con superioridad, y entonces ya contacté con Manolo y él lo hizo con Vinokúrov, y ahí empezamos un poco las conversaciones. Yo no era su representante pero al final tuvo que firmar por la sencilla razón de que se quería ir al Astana. Al principio las cosas en casa fueron un poco difíciles porque él era de cabeza cuadrada y muy desconfiado. Encima estaba fastidiado de la rodilla y el equipo me lo manda para que le busque un fisio, un biomecánico y le pusiera una bicicleta a medida, que es lo que me extrañó. Y después de que le dimos tanto, cuando vienen los contratos buenos, él decide marcharse con Lombardi. Ahí es cuando me decepciona un poco. Puedo entender que diga que se va con un representante mejor, pero tenía dos años firmados con Astaná y ganando mucho dinero. Pero al final lo que más me decepciona es que cuando viene el Caso Maynar, él públicamente en Colombia dice que los culpables del caso suyo somos yo y mi hijo. Lo que más me ha dolido es que dé una entrevista en Eurosport o en las radios, o que haga un comunicado de su puño y letra para decir que él no tiene nada que ver, que eso ha sido el hijo de Vicente y mi masajista. Yo le llamé el día que se retiró en el Giro de Italia para saber qué le había pasado, y me dijo que iba corriendo por el aeropuerto de Barcelona porque perdía el avión, sintió un pinchazo en el cuádriceps y que desde entonces estaba cojo. Él ya había tenido muchos problemas musculares, por lo que a mí no me extrañó, y que fuese a perder el avión tampoco. Luego en los meses posteriores surgió el tema de Maynar, pero mi decepción es de que se nos culpe de algo que no hemos hecho.
Supermán es la decepción más grande que me he llevado en mi vida
¿Cree que él ahí veía la solución para librarse de ese caso?
Yo creo que ante los suyos se quiso disculpar y dijo que no tenía nada que ver, que eso había sido Vicente, que tenía amistad con el médico y el masajista. Digamos que quiso echar los balones al tejado del vecino y eso es lo que te fastidia. Es la decepción más grande que me he llevado en mi vida, porque yo, mi mujer y mis hijos hemos hecho mucho por él cuando estaba aquí en Europa.
¿Ha vuelto a hablar con él a día de hoy?
No. Desde el día de la cuarta etapa del Giro que yo le llamé, no he vuelto a saber nada de él ni de su familia. Lo único que sé es por lo que se publica en los medios de comunicación. No he recibido ninguna explicación. No sé nada ni falta que hace, también te lo digo.
Ahora mismo, ¿cómo está la situación del caso?
Según los abogados, yo estoy esperando a que la fiscal encuentre la prueba con la que acusarme, pero hace meses que no sabemos nada. La fiscal puede decir que no ve ninguna culpabilidad y que me absuelvan, o que vea culpabilidad y tenga que ir a juicio oral
Realmente lo que espera es ser sobreseído como lo ha sido su hijo, ¿no?
Sí, sobre todo en mi parte. Otra cosa es la de Maynar y de otros, si van a juicio o no. Pero estamos esperando a que la fiscal determine de qué se me acusa.
En el libro también toca temas de su vida como representante ciclista. ¿Cree que es una profesión bien regulada? ¿Cómo ve el mundo de los agentes de ciclistas hoy en día?
Estoy bastante desconectado de todo. Por lo que me han contado, sabemos que hay cuatro o cinco que son los que manejan a casi todos los ciclistas buenos, y que parece ser que incluso ya pueden romper contrato e irse a otro equipo. Yo hubiese podido haber llevado a mucho más ciclistas, pero es que al final lo mío no es eso, porque le pones todo el cariño y luego Imagínate que ese ciclista a los dos años no anda bien, te metes esa presión de buscar equipo y quizás llegues a defraudarlos. Entonces luego ya no quise. Tuve a Nairo por las circunstancias que tuve, a Miguel Ángel igual, y el último fue Harold Tejada porque Sevilla me hablaba muy bien de él y eran compañeros. Pero ya no he buscado a nadie ni he querido, y luego cuando entras en estos líos judiciales menos todavía. Con 65 o 70 años ya estás cansado de batallar y lo único que quieres es disfrutar de la familia y de los nietos.
También hay mucho futuro ciclista en esa familia.
Sí, aparte de que creamos aquí una escuela de ciclismo en la que tenemos a varios chavales, y quedas con ellos a entrenar algún día. Luego los fines de semana pues te vas a las carreras. Hago de monitor, me divierto con todos, incluso con la gente de las demás escuelas. Y de reojo, por la familia, tengo a mi nieto, que tiene 12 años y que tanto en el BMX como en ruta va muy bien, y luego pues también tengo la hija de Vicente, que esa es toda una deportista al cien por cien, y que ha sido campeona provincial ahora también en féminas. Estoy disfrutando de que por lo menos dentro de la familia, aunque no se puede decir que ya tenemos relevo porque son muy pequeñitos, pero a mí se me cae la baba al verlos.
¿Y cómo ve el ciclismo actual? ¿Lo sigue o ya pasa?
Sí que lo sigo, por televisión y por los medios. Hay cosas que yo quitaría del ciclismo y me dan mucha rabia. Ahora se han inventado las tarjetas amarillas, que si pinganillo sí, pinganillo no… están equivocados. Yo regularía los avituallamientos. Antiguamente había uno. Cada 20 kilómetros te aparece uno en la cabeza dando un bidón en plena recta, que gastan cierta cantidad de dinero para entregar un bidón de agua o ninguno. Lo más lógico y lo más normal es que digan, por ejemplo, que en el kilómetro 50 hay un control de avituallamiento a pie de tierra, y en esos dos kilómetros estén todos los equipos. Luego en el 80 o 90 que den el segundo avituallamiento y a 30 de meta que den el tercero, pero todos. Y el que no, que baje a por agua. Y la otra cosa que me da mucha rabia, que yo no sé si también es de las que provocan caídas, es que los ciclistas se pasan todo el día con el Garmin o el computer ese dándole al botón. Yo les dejaría el cuentakilómetros y el pulsómetro, pero todo lo demás sí que lo eliminaría. Los pinganillos tienen que estar porque tú, como director, no puedes dejarle la responsabilidad a un ciclista solo, porque el ciclista es muy egoísta y lo que quiere es ganar. Cuanto más carreras gane, más dinero va a ganar, pero no mira el conjunto total del equipo. El pinganillo es súper necesario, ya no solo por caídas o por si hay aire o no hay aire, pero sobre todo para que el director tenga el control de los siete u ocho corredores que están en carrera.
¿Siente que le utilizaron de alguna manera o se siente querido en el mundo del ciclismo?
Yo sí me siento querido. La prueba está en que cuando voy a un inicio de etapa, la gente está ahí. O cuando vienen más de 300 personas a la presentación de un libro, no solo de Cocentaina, sino de toda la Comunidad Valenciana, y te sientes muy arropado por la mayoría de la gente.
Para terminar, ¿le da rabia que muchas veces se asocie su figura al dopaje?
Son cosas que como se ha escrito tanto en los medios, la gente se queda con eso. La mayoría de los medios luego no rectifican y dicen realmente cuál fue la sentencia de la Operación Puerto, que sí que está en el libro porque a mí me absuelven. ¿Por qué a Manzano le dicen lo que le dicen? Eso los medios no lo dicen. Se quedan en que yo he sido imputado, pero realmente luego no se escribe el resultado de un juicio. Nos quedamos siempre con lo malo.